El canibalismo, como todos sabemos
significa consumir carne humana. En la civilización actual, el alimentarse de
carne humana es obviamente algo horrible, impensable y enfermizo.
No obstante, en épocas pasadas, el
consumo de carne humana, no era una cosa descabellada. Incluso en algunas
civilizaciones del pasado, se consideraba un privilegio, ya que se creía que
con ello, los conocimientos y las virtudes del difunto se transmitían a los que
consumían su cuerpo físico.
El canibalismo o antropofagia, ha sido a
través de la historia, práctica frecuente. Se supone que muchas veces, el ser
humano se ha visto obligado a ello por cuestiones de supervivencia.
La palabra caníbal es
originaria de la época de los primeros exploradores españoles, cuando llegaron
a las islas del mar Caribe, y se sorprendieron de ver que los indígenas de
aquellas islas practicaban el canibalismo como algo habitual. Originalmente, la
palabra era caríbal (nativo del Caribe) y con el tiempo
degeneró en caníbal.
Encontramos citas sobre la práctica del
canibalismo en la Biblia:
Yaweh advierte seriamente:
Génesis:
9,3 Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la hierba verde.
9,3 Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la hierba verde.
9,4 Sólo dejaréis de comer la carne con
su alma, es decir, con su sangre,
9,5 y yo os prometo reclamar vuestra
propia sangre: la reclamaré a todo animal y al hombre: a todos y a cada uno
reclamaré el alma humana.
9,6 Quien vertiere sangre de hombre, por
otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo El al hombre.
En unas de las terribles maldiciones de
Yaweh, dice:
Levítico, 26,29 : Comeréis la
carne de vuestros hijos y la carne de vuestras hijas comeréis.
Reyes II
6,25 Hubo gran hambre en Samaría; y tanto la apretaron que una cabeza de asno valía ochenta siclos de plata, y un par de cebollas silvestres cinco siclos de plata.
Reyes II
6,25 Hubo gran hambre en Samaría; y tanto la apretaron que una cabeza de asno valía ochenta siclos de plata, y un par de cebollas silvestres cinco siclos de plata.
6,26 Pasaba el rey de Israel por la
muralla cuando una mujer clamó a él diciendo: Sálvame, rey mi señor!
6,27 Respondió: Si Yavé no te salva,
¿con qué puedo salvarte yo? ¿Con la era o con el lagar?
6,28 Díjole el rey: ¿Qué te ocurre? Ella
respondió: Esta mujer me dijo: "Trae a tu hijo y lo comeremos hoy; y el
mío lo comeremos mañana."
6,29 Cocimos a mi hijo y nos lo comimos;
al otro día le dije: "Trae tu hijo y lo comeremos", pero ella lo ha
escondido.
Como podemos observar, la práctica del
canibalismo es tan antigua como la propia existencia de la humanidad.
En el Apocalipsis hay una parte que habla claramente de la muerte y
resurrección del Anticristo. El anticristo morirá violentamente -probablemente
asesinado- y será levantado milagrosamente de entre los muertos o simulará una
resurrección durante el período futuro de la tribulación.
Sólo pensemos
en el abrumador impacto que esto tendrá en el mundo. El gran gobernante de la
culminación de la historia es sanado en forma tal que se parece mucho a la
muerte y resurrección de Jesucristo. Apocalipsis 13:3-4 registran el asombro del mundo por la
“resurrección” de la Bestia:
Apocalipsis 13:3-4: “Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su
herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia,
13:4 y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la
bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?”
SE ESPECULA,
QUE COMO SOLO DIOS ES EL QUE DA VIDA, SERÁ POSIBLEMENTE UN CADÁVER CLONADO DEL
ANTICRISTO LLENO DE DEMONIOS O POSEÍDO POR EL MISMO SATANÁS, EN ALGÚN RITUAL
QUE HAGA EL FALSO PROFETA, Y QUE PROVOQUE QUE EL ANTICRISTO VUELVA A LA VIDA.
ALGO ASÍ, COMO SE HACE EN EL CASO DE LOS ZOMBIES EN HAITÍ CON LA MAGIA NEGRA.
EL HOMBRE PODRÁ SER CAPAZ DE CLONAR EL CUERPO QUE SON MATERIALES, PERO
NUNCA EL ALMA Y EL ESPÍRITU, PUES SON INMATERIALES.
También la
Biblia menciona y registra un versículo bien interesante.
Y en aquellos
días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir,
pero la muerte huirá de ellos (Apocalipsis 9:6)
Mucha gente ha
cometido el terrible error de que piensan que al suicidarse pueden escapar de
un determinado dolor y dejar de existir definitivamente en cualquier nivel de
conciencia. Que pena que ignoren que después de la muerte, la vida apenas
comienza, el asunto es que si matan al cuerpo, van al infierno y se perdieron
para siempre. En la Gran Tribulación, ordes de demonios del Abismo, en donde
tiene Satanás mismo su trono, serán sueltos para atormentar a la humanidad en
un período de tiempo. El Abismo no es lo mismo que el infierno, pero sí están
cercano a él, pues está en el centro de la tierra, y es la prisión actual de
muchos demonios. TANTA SERÁ LA OPRESIÓN Y TORMENTO, QUE MUCHA GENTE PROBARÁ EL
SUICIDIO Y NO PODRÁN MORIR. En medio de esta locura, solo imagina a alguien que
se dispara en la cabeza y sigue vivo, o que se apuñala el corazón y aún puede
caminar y sin morir. ¡ESTO SERÁ TERRIBLE! Creo esta gente serán como los zombies,
y en su desesperación, estoy cien por ciento seguro, que agredirán a otros.
Existe una
tribu originaria de Indonesia llamada Toraja, que habitan la isla de Sulawesi.
Tana Toraja, Tierra Toraja, es el lugar donde se agrupan varios pueblos de esta
etnia, tiene una protección natural formada por montañas y volcanes.
Quizás gracias a este aislamiento logró sobrevivir una de sus costumbres mas ancestrales, relacionada con el rito funerario.
Este pueblo, tiene la costumbre de enterrar a sus muertos en "cementerios flotantes",(tras pasar por un proceso de momificación que implica tener al cadáver en la casa propia por unos 3 días, donde aun se considera parte de los vivos) ubicados en las montañas cercanas, enterrar a los bebes muertos dentro de arboles, o simplemente a los adultos fallecidos, les construyen pequeñas casas tradicionales donde les dejan agua, flores o diversos tributos.
Ahí, una vez puestos en sus ataúdes, se les talla una figura de madera o piedra, que representa a la persona fallecida y se le pone fuera del ataúd o tumba. Esto se practica normalmente en las tumbas en la roca o las tumbas flotantes. Pasados 5 años, se saca a los muertos, se les limpia y se les vuelve a enterrar.
Quizás gracias a este aislamiento logró sobrevivir una de sus costumbres mas ancestrales, relacionada con el rito funerario.
Este pueblo, tiene la costumbre de enterrar a sus muertos en "cementerios flotantes",(tras pasar por un proceso de momificación que implica tener al cadáver en la casa propia por unos 3 días, donde aun se considera parte de los vivos) ubicados en las montañas cercanas, enterrar a los bebes muertos dentro de arboles, o simplemente a los adultos fallecidos, les construyen pequeñas casas tradicionales donde les dejan agua, flores o diversos tributos.
Ahí, una vez puestos en sus ataúdes, se les talla una figura de madera o piedra, que representa a la persona fallecida y se le pone fuera del ataúd o tumba. Esto se practica normalmente en las tumbas en la roca o las tumbas flotantes. Pasados 5 años, se saca a los muertos, se les limpia y se les vuelve a enterrar.
Solo en Toraja
, Indonesia, un cadáver es usualmente llevado a su tumba, pero en Toraja, el
cadáver se despierta dejándolo de pie frente a su tumba. El cadáver es
despertado a través de magia negra. Esto se lleva a cabo porque en Toraja, las
tumbas y/o cementerios se encuentran ubicados sobre las montañas calizas. El Cadáver
camina por cuenta propia, y es guiado por un experto en magia negra. Pero esta
práctica tiene una prohibición, el cadáver no debe ser nombrado o este se cae y
no es capaz de volver a caminar.
La siguiente es la foto de una "mujer zombie" en Indonesia. Esta foto ha dado la vuelta al mundo.
La mayoría de nosotros al escuchar las
palabras zombie y real, las relacionaremos al instante con vudú, magia negra,
Haití y superchería africana. No sin motivo, ya que Haití es el único país que
recoge en su código penal el castigo contra la zombificación. El artículo 246 recoge como
intento de asesinato la inducción en una persona, por envenenamiento o empleo
de ciertas sustancias, de un estado letárgico similar a la muerte. Y si esta persona es enterrada, aunque
después sea exhumada con vida, tal intento pasa a ser considerado asesinato.
Los esclavos africanos, a su llegada a Haití, mezclan el cristianismo francés con su religión y se obtiene el conocido vudú (cuyo significado es misterio).
El vudú es la venganza del pueblo africano por su esclavitud, utilizado hoy en día dentro del mismo poblado o entre vecinos y conocidos de este (el más) pobre país americano.
Haití fue el primer país en abolir la esclavitud, y la leyenda cuenta, que el pueblo hizo un pacto con el diablo para obtener dicha libertad.
Los esclavos africanos, a su llegada a Haití, mezclan el cristianismo francés con su religión y se obtiene el conocido vudú (cuyo significado es misterio).
El vudú es la venganza del pueblo africano por su esclavitud, utilizado hoy en día dentro del mismo poblado o entre vecinos y conocidos de este (el más) pobre país americano.
Haití fue el primer país en abolir la esclavitud, y la leyenda cuenta, que el pueblo hizo un pacto con el diablo para obtener dicha libertad.
Los
muertos pueden recobrar un cierto tipo de vida como «zombies», esclavos sin
mente sometidos a magos diabólicos. Esto es lo que creen los habitantes de
Haití, isla impregnada de tradición vudú.
Acaso
los brujos vudúes poseen de verdad el poder de reanimar los cuerpos que acaban
de morir? ¿O bien la noción de zombie no responde más que a una autosugestión
de los practicantes del vudú?
La palabra zumbi aparece en muchos idiomas africanos. En el Congo significa «fetiche»; en Dahomey se refiere específicamente al dios Python. Al parecer, en el vudú moderno se recurre a una serpiente-diosa para que de vida al zombie según los deseos del brujo, convertido en dueño del cadáver. Los ritos que se practican combinan aspectos de la magia y de la religión africanas, junto con elementos derivados tanto del ocultismo occidental como del catolicismo popular.
El vudú desempeñó un papel importante en la expulsión de los franceses por parte de los haitianos. En agosto de 1791 Francia seguía zarandeada por la oleada revolucionaria que había comenzado dos años antes. Al principio no pareció que las cosas cambiaran mucho en Santo Domingo, el tercio occidental de la isla caribeña de La Española, la joya más brillante de la corona colonial francesa. Allí, 40.000 franceses controlaban a medio millón de esclavos negros y a 30.000 mulatos y cosechaban algodón, azúcar, café e índigo. El primer efecto de los disturbios en Francia fue mejorar la suerte de los mulatos. Entonces, los haitianos de piel oscura comenzaron a inquietarse, con la ayuda de un misterioso cura-brujo llamado Boukman que había llegado a Santo Domingo procedente de la colonia británica de Jamaica.
El 14 de agosto de 1791 Boukman reunió a los que querían seguirle en un remoto lugar de la selva. Según los relatos de la época, miles de esclavos recorrieron las sendas secretas de la selva hasta el lugar del encuentro, bajo una tremenda tormenta tropical que debió de añadir aún más horror a los actos que siguieron.
La palabra zumbi aparece en muchos idiomas africanos. En el Congo significa «fetiche»; en Dahomey se refiere específicamente al dios Python. Al parecer, en el vudú moderno se recurre a una serpiente-diosa para que de vida al zombie según los deseos del brujo, convertido en dueño del cadáver. Los ritos que se practican combinan aspectos de la magia y de la religión africanas, junto con elementos derivados tanto del ocultismo occidental como del catolicismo popular.
El vudú desempeñó un papel importante en la expulsión de los franceses por parte de los haitianos. En agosto de 1791 Francia seguía zarandeada por la oleada revolucionaria que había comenzado dos años antes. Al principio no pareció que las cosas cambiaran mucho en Santo Domingo, el tercio occidental de la isla caribeña de La Española, la joya más brillante de la corona colonial francesa. Allí, 40.000 franceses controlaban a medio millón de esclavos negros y a 30.000 mulatos y cosechaban algodón, azúcar, café e índigo. El primer efecto de los disturbios en Francia fue mejorar la suerte de los mulatos. Entonces, los haitianos de piel oscura comenzaron a inquietarse, con la ayuda de un misterioso cura-brujo llamado Boukman que había llegado a Santo Domingo procedente de la colonia británica de Jamaica.
El 14 de agosto de 1791 Boukman reunió a los que querían seguirle en un remoto lugar de la selva. Según los relatos de la época, miles de esclavos recorrieron las sendas secretas de la selva hasta el lugar del encuentro, bajo una tremenda tormenta tropical que debió de añadir aún más horror a los actos que siguieron.
Boukman
celebró un ritual de sangre, sacrificando un cerdo y pidiendo a todos los que
quisieran ser libres que bebiesen la sangre caliente. La ceremonia acabó con
una danza salvaje de «borrachera divina», finalizada la cual los participantes
desaparecieron de nuevo en la selva. El ritual, en su conjunto, presentaba un
estrecho parecido con las actividades de los Mau-mau durante la guerra de la
independencia de Kenya en los años cincuenta de este siglo, y el resultado
también fue similar. Durante los días siguientes la mayoría de las grandes
plantaciones fueron arrasadas, y sus propietarios asesinados. A pesar de que
los colonos franceses más valientes permanecieron allí 12 años más, el
resultado final de la reunión nocturna fue la derrota completa de los franceses
y el establecimiento, bajo el liderazgo del presidente Toussaint L'Ouverture,
de la república negra independiente de Haití, patria del vudú. Según las
creencias del campesinado de Haití y de parte de la élite educada, también era
la patria de los zombies.
El zombie es esclavo de un brujo diabólico, conocido por el nombre de bokor, que es quien extrae de su tumba el cadáver recién enterrado y quien le confiere una sombra de vida mediante ciertos conjuros. Sin embargo, se trata de una existencia incompleta: el zombie come, respira, excreta, oye e incluso habla, pero no recuerda nada de su vida anterior y no comprende nada de su propia condición actual. En otras palabras, un zombie es un robot de carne y hueso, una máquina biológica.
El zombie es esclavo de un brujo diabólico, conocido por el nombre de bokor, que es quien extrae de su tumba el cadáver recién enterrado y quien le confiere una sombra de vida mediante ciertos conjuros. Sin embargo, se trata de una existencia incompleta: el zombie come, respira, excreta, oye e incluso habla, pero no recuerda nada de su vida anterior y no comprende nada de su propia condición actual. En otras palabras, un zombie es un robot de carne y hueso, una máquina biológica.
El
campesino de Haití, siempre alerta frente a cualquier aspecto diabólico o
peligroso del vudú, es capaz de descubrir a un zombie por varios signos. El
zombie suele caminar dando bandazos, realiza las acciones físicas de manera
mecánica, tiene una mirada helada y desenfocada, y habla con voz nasal. Esta
última característica, en particular, se asocia con la muerte en el folklore de
Haití, probablemente debido a la costumbre de taponar las fosas nasales de los
cadáveres con algodón. Los guédé (siniestros y lascivos dioses de la muerte del
panteón vudú) se caracterizan por hablar de este modo. Cuando un devoto del
culto vudú está poseído por un guédé, siempre habla con entonación nasal. Otra
relación más entre los zombies y los dioses de la muerte nos la da el hecho de
que uno de los más famosos dioses, el Capitán Guédé, a veces también es
conocido bajo el hombre de Capitán Zombie.
Casi todos los haitianos temen la posibilidad de que sus parientes fallecidos puedan ser transformados en cadáveres ambulantes. En el Haití actual pueden apreciarse con facilidad varias de las medidas preventivas adoptadas para evitarlo. Así, por ejemplo, hasta los campesinos más humildes se endeudan para recubrir con pesadas losas las tumbas de sus parientes más cercanos. En las zonas rurales se excavan las tumbas lo más cerca posible de una carretera o camino, para que los brujos, por miedo a las miradas curiosas, no puedan llevar a cabo su nefasta tarea.
En otros casos, la familia del muerto velará la tumba durante noches seguidas hasta convencerse de que el cuerpo está suficientemente descompuesto y ya no le es útil a un bokor. Ocasionalmente, los muertos son enterrados directamente en los patios de las casas de los campesinos.
Los que temen de manera especial a la brujería toman precauciones mucho más extremadas para impedir que sus muertos ingresen en el semimundo brumoso de los zombies. Inyectan veneno en el cuerpo, lo mutilan con un cuchillo, o incluso le disparan para «rematarle». Una precaución menos drástica consiste en colocar en la tumba agujas y carretes de hilo, así como miles de pequeñas semillas de sésamo. La creencia es que el espíritu del muerto estará tan ocupado en la tarea de enhebrar las agujas y contar las semillas, que no oirá la voz que le ordene salir de la tumba. Otra medida consiste en poner un cuchillo en las manos del muerto, para que pueda defenderse.
Casi todos los haitianos temen la posibilidad de que sus parientes fallecidos puedan ser transformados en cadáveres ambulantes. En el Haití actual pueden apreciarse con facilidad varias de las medidas preventivas adoptadas para evitarlo. Así, por ejemplo, hasta los campesinos más humildes se endeudan para recubrir con pesadas losas las tumbas de sus parientes más cercanos. En las zonas rurales se excavan las tumbas lo más cerca posible de una carretera o camino, para que los brujos, por miedo a las miradas curiosas, no puedan llevar a cabo su nefasta tarea.
En otros casos, la familia del muerto velará la tumba durante noches seguidas hasta convencerse de que el cuerpo está suficientemente descompuesto y ya no le es útil a un bokor. Ocasionalmente, los muertos son enterrados directamente en los patios de las casas de los campesinos.
Los que temen de manera especial a la brujería toman precauciones mucho más extremadas para impedir que sus muertos ingresen en el semimundo brumoso de los zombies. Inyectan veneno en el cuerpo, lo mutilan con un cuchillo, o incluso le disparan para «rematarle». Una precaución menos drástica consiste en colocar en la tumba agujas y carretes de hilo, así como miles de pequeñas semillas de sésamo. La creencia es que el espíritu del muerto estará tan ocupado en la tarea de enhebrar las agujas y contar las semillas, que no oirá la voz que le ordene salir de la tumba. Otra medida consiste en poner un cuchillo en las manos del muerto, para que pueda defenderse.
A veces los brujos
controlan enormes grupos de zombies, y en alguna ocasión han llegado al extremo
de alquilarlos como trabajadores. Uno de estos casos fue registrado por William
Seabrook. En 1918 la cosecha de azúcar fue extraordinaria. La Hasco
(Haitian-American Sugar Corporation, Compañía haitiano-norteamericana del
azúcar) ofreció nuevos puestos de trabajo en sus extensas plantaciones. Muy
pronto acudieron a las oficinas de empleo de la compañía pequeños grupos de
habitantes del poblado, a veces familias enteras. Era costumbre que los
habitantes de un mismo poblado trabajasen colectivamente; la persona más
representativa recibía la paga de todos, que luego repartía al regresar a casa.
Una mañana, un viejo jefe de poblado llamado Ti Joseph y su esposa Croyance llevaron a las oficinas de la Hasco a un grupo constituido por nueve hombres harapientos y andrajosos. Joseph explicó que se trataba de unos granjeros atrasados e ignorantes procedentes de una remota zona montañosa próxima a la frontera de Haití con la República Dominicana. Sólo hablaban un extraño dialecto rural, y no comprendían ni el criollo ni el francés. A pesar de esta desventaja, añadió, eran excelentes trabajadores, fuertes y sanos.
El responsable laboral de la Hasco contrató al grupo, y aceptó la sugerencia de Joseph de que trabajasen lejos de los demás grupos: el viejo explicó que eran tan primitivos, que en presencia de otras personas se volverían tímidos y se asustarían. Sin embargo, el verdadero motivo para insistir en que el grupo trabajase aislado era el temor de que alguno de ellos fuese reconocido por un familiar o un antiguo amigo: todos los trabajadores de Ti Joseph eran zombies.
Los extraños hombres de Ti Joseph trabajaban diligentemente durante las horas del día, y sólo paraban al atardecer para comer su potaje de mijo sin sal. La tradición vudú sostiene que si un zombie prueba la carne o la sal se vuelve consciente de su verdadera condición y regresa a su verdadero lugar, la tumba, derramando amargas lágrimas.
Un domingo por la mañana Ti Joseph dejó a su mujer Croyance al cuidado de los zombies durante todo el día. Croyance, sorprendentemente, pensó que tal vez les gustaría asistir a una procesión religiosa. Sin embargo, los zombies no se conmovieron ni por el espectáculo ni por nada de lo que ocurría a su alrededor. Mudos y ausentes, continuaron con la mirada fija en el espacio.
Croyance, apiadándose de ellos, decidió que quizá les gustaría alguna golosina, por lo que compró algunos pastelitos hechos con azúcar moreno, cacahuetes y coriandros, poniendo uno en la boca de cada zombie. Sin embargo, los cacahuetes habían sido sazonados con sal. Al comer la golosina, los zombies se dieron cuenta de que estaban muertos. Con un grito tremendo se levantaron y huyeron del poblado, dirigiéndose hacia la selva en dirección a sus lugares de origen en las montañas.
Cuando por fin llegaron a su destino, fueron reconocidos por los parientes y amigos que les habían enterrado meses atrás. Al llegar al cementerio cada uno de ellos se dirigió a su propia tumba, apartó las piedras y la tierra que la cubrían y se echó dentro, convertido ya en una masa en descomposición. El poder de Ti Joseph, que había evitado que sus cuerpos se descompusiesen, se había desvanecido.
Los habitantes del poblado se vengaron de Ti Joseph. Pagaron a un brujo local para que le maldijera. Pero antes de que la maldición pudiera surtir efecto, algunos hombres le tendieron una emboscada y le cortaron la cabeza. A Seabrook le contó esta historia Constant Polynice, un granjero de Haití que afirmaba no creer en las supersticiones de sus paisanos. Sin embargo, añadió, los zombies sí eran una realidad.
Una mañana, un viejo jefe de poblado llamado Ti Joseph y su esposa Croyance llevaron a las oficinas de la Hasco a un grupo constituido por nueve hombres harapientos y andrajosos. Joseph explicó que se trataba de unos granjeros atrasados e ignorantes procedentes de una remota zona montañosa próxima a la frontera de Haití con la República Dominicana. Sólo hablaban un extraño dialecto rural, y no comprendían ni el criollo ni el francés. A pesar de esta desventaja, añadió, eran excelentes trabajadores, fuertes y sanos.
El responsable laboral de la Hasco contrató al grupo, y aceptó la sugerencia de Joseph de que trabajasen lejos de los demás grupos: el viejo explicó que eran tan primitivos, que en presencia de otras personas se volverían tímidos y se asustarían. Sin embargo, el verdadero motivo para insistir en que el grupo trabajase aislado era el temor de que alguno de ellos fuese reconocido por un familiar o un antiguo amigo: todos los trabajadores de Ti Joseph eran zombies.
Los extraños hombres de Ti Joseph trabajaban diligentemente durante las horas del día, y sólo paraban al atardecer para comer su potaje de mijo sin sal. La tradición vudú sostiene que si un zombie prueba la carne o la sal se vuelve consciente de su verdadera condición y regresa a su verdadero lugar, la tumba, derramando amargas lágrimas.
Un domingo por la mañana Ti Joseph dejó a su mujer Croyance al cuidado de los zombies durante todo el día. Croyance, sorprendentemente, pensó que tal vez les gustaría asistir a una procesión religiosa. Sin embargo, los zombies no se conmovieron ni por el espectáculo ni por nada de lo que ocurría a su alrededor. Mudos y ausentes, continuaron con la mirada fija en el espacio.
Croyance, apiadándose de ellos, decidió que quizá les gustaría alguna golosina, por lo que compró algunos pastelitos hechos con azúcar moreno, cacahuetes y coriandros, poniendo uno en la boca de cada zombie. Sin embargo, los cacahuetes habían sido sazonados con sal. Al comer la golosina, los zombies se dieron cuenta de que estaban muertos. Con un grito tremendo se levantaron y huyeron del poblado, dirigiéndose hacia la selva en dirección a sus lugares de origen en las montañas.
Cuando por fin llegaron a su destino, fueron reconocidos por los parientes y amigos que les habían enterrado meses atrás. Al llegar al cementerio cada uno de ellos se dirigió a su propia tumba, apartó las piedras y la tierra que la cubrían y se echó dentro, convertido ya en una masa en descomposición. El poder de Ti Joseph, que había evitado que sus cuerpos se descompusiesen, se había desvanecido.
Los habitantes del poblado se vengaron de Ti Joseph. Pagaron a un brujo local para que le maldijera. Pero antes de que la maldición pudiera surtir efecto, algunos hombres le tendieron una emboscada y le cortaron la cabeza. A Seabrook le contó esta historia Constant Polynice, un granjero de Haití que afirmaba no creer en las supersticiones de sus paisanos. Sin embargo, añadió, los zombies sí eran una realidad.
Para crear un zombie, el brujo lo envenena con la mezcla
tóxica. Se le puede administrar en la comida, o frotándola sobre la piel. Un
método común es espolvorearla alrededor de la casa de la víctima, para que
ésta, al caminar descalza, la absorba a través de la planta de los pies o la
respire al levantar el polvo cuando barra.
La tetraodotoxina del pez globo es 1200 veces más potente que el cianuro, y en un sólo pez hay suficiente para matar a 30 hombres adultos. La piel de la rana común (Bufo bufo) también puede ser letal. Tiene efectos alucinógenos, vasoconstrictores y epileptogénicos, especialmente si la rana se ha sentido en peligro. Una rana que nade un rato en el plato del perro será suficiente para tener algún efecto en el animal que beba de esa agua.
La mitad del trabajo es matar a la víctima. La otra mitad es desenterrarla. En Haití, los muertos son inhumados rápidamente, puesto que el calor y la humedad aceleran el proceso de descomposición. El brujo debe desenterrar rápidamente a su nuevo esclavo antes de que muera por asfixia. Una vez desenterrado, el brujo les da a comer datura (Datura stramonium), conocida también como toloache, un potente psicoactivo en la dosis correcta, y un veneno letal en la incorrecta.
La datura rompe cualquier lazo que pudiera conservar con la realidad después de haber sufrido el trauma de ser enterrado vivo, enloqueciéndolo y borrando todos sus recuerdos. El zombie no sabe que día es, donde está, ni como se llama. Permanece en un delirio psicótico semiconsciente. Son vendidos como esclavos y se les vuelve a suministrar datura en cuanto den muestras de empezar a recuperar sus sentidos y se les mata definitivamente en cuanto se vuelven demasiado viejos para seguir trabajando.
La tetraodotoxina del pez globo es 1200 veces más potente que el cianuro, y en un sólo pez hay suficiente para matar a 30 hombres adultos. La piel de la rana común (Bufo bufo) también puede ser letal. Tiene efectos alucinógenos, vasoconstrictores y epileptogénicos, especialmente si la rana se ha sentido en peligro. Una rana que nade un rato en el plato del perro será suficiente para tener algún efecto en el animal que beba de esa agua.
La mitad del trabajo es matar a la víctima. La otra mitad es desenterrarla. En Haití, los muertos son inhumados rápidamente, puesto que el calor y la humedad aceleran el proceso de descomposición. El brujo debe desenterrar rápidamente a su nuevo esclavo antes de que muera por asfixia. Una vez desenterrado, el brujo les da a comer datura (Datura stramonium), conocida también como toloache, un potente psicoactivo en la dosis correcta, y un veneno letal en la incorrecta.
La datura rompe cualquier lazo que pudiera conservar con la realidad después de haber sufrido el trauma de ser enterrado vivo, enloqueciéndolo y borrando todos sus recuerdos. El zombie no sabe que día es, donde está, ni como se llama. Permanece en un delirio psicótico semiconsciente. Son vendidos como esclavos y se les vuelve a suministrar datura en cuanto den muestras de empezar a recuperar sus sentidos y se les mata definitivamente en cuanto se vuelven demasiado viejos para seguir trabajando.
Clairvius Narcisse murió en 1962. Tras una
sintomatología creciente, Narcisse ingresó en el hospital haitiano Albert Schweitzer, en Gonaives, un martes.
Tenía nauseas, mareos, tos y respiraba con dificultad. Al
día siguiente entró en agonía y poco después moría.
Su certificado de defunción está firmado por tres médicos de dicho hospital.
El cadáver de Narcisse fue enterrado y, con el tiempo, olvidado. Sin embargo, en 1980, –18 años después de morir- Clarvius Narcisse apareció en su antigua casa vivito y coleando.
Excepcionalmente, para los casos de zombies, Narcisse conservaba una cierta lucidez y la capacidad de expresarse, y pudo explicar cómo había estado consciente durante todo el tiempo que duró su muerte y entierro.
Contó que había escuchado a los médicos certificar su defunción. Había sentido la sábana cayendo sobre su cara al considerarlo cadáver. Había oído a su hermana llorar sobre su ataúd. Incluso conservaba aún una herida en la cara provocada por un clavo que atravesó la tapa del féretro rasgando su rostro. Y después el terrible silencio y la oscuridad del cementerio.
Después, escuchó la voz del bokor (el brujo vudú) pronunciando su nombre. Fue desenterrado y salvajemente golpeado, y después conducido a una plantación en Ravine-Trompette, en el otro extremo del país. Tras la muerte de su amo, todos los zombies habían escapado vagando sin rumbo por la isla.
Su certificado de defunción está firmado por tres médicos de dicho hospital.
El cadáver de Narcisse fue enterrado y, con el tiempo, olvidado. Sin embargo, en 1980, –18 años después de morir- Clarvius Narcisse apareció en su antigua casa vivito y coleando.
Excepcionalmente, para los casos de zombies, Narcisse conservaba una cierta lucidez y la capacidad de expresarse, y pudo explicar cómo había estado consciente durante todo el tiempo que duró su muerte y entierro.
Contó que había escuchado a los médicos certificar su defunción. Había sentido la sábana cayendo sobre su cara al considerarlo cadáver. Había oído a su hermana llorar sobre su ataúd. Incluso conservaba aún una herida en la cara provocada por un clavo que atravesó la tapa del féretro rasgando su rostro. Y después el terrible silencio y la oscuridad del cementerio.
Después, escuchó la voz del bokor (el brujo vudú) pronunciando su nombre. Fue desenterrado y salvajemente golpeado, y después conducido a una plantación en Ravine-Trompette, en el otro extremo del país. Tras la muerte de su amo, todos los zombies habían escapado vagando sin rumbo por la isla.
En octubre de 1936 apareció una mujer desnuda caminando
por el borde de la carretera en el valle de Artibonite. Decía llamarse Felicia
Felix Mentor, natural de Ennery, y se dirigía a la casa de su hermano. Estaba
en un estado tan miserable que fue conducida al hospital de Gonaives, en donde
uno de sus hermanos la reconoció. De acuerdo con sus declaraciones había
“muerto” dos años atrás y había sido enterrada. El certificado de defunción y
las declaraciones de su marido, y otros miembros de su familia, confirmaron el
relato. Felicia había perdido por completo la facultad de hablar y se escondía
cuando alguien se le acercaba. No era capaz de pensar
coherentemente
La noticia llegó a oídos de la doctora Hurston, quien visitó a la zombi en el hospital de Gonaives. Ahí logró fotografiarla, siendo ésta una de las pocas fotografías que se conocen de zombis.
“La mujer ofrecía un espectáculo horrible –escribió Hurston-, su cara estaba lívida, con ojos de muerto; los párpados blancos rodeando los ojos, como si se los hubiesen quemado con ácido. No se le podía decir nada ni oír una palabra de sus labios, sino sólo mirarla, y la visión de aquel desecho era demasiado para soportarlo durante mucho tiempo”.
La noticia llegó a oídos de la doctora Hurston, quien visitó a la zombi en el hospital de Gonaives. Ahí logró fotografiarla, siendo ésta una de las pocas fotografías que se conocen de zombis.
“La mujer ofrecía un espectáculo horrible –escribió Hurston-, su cara estaba lívida, con ojos de muerto; los párpados blancos rodeando los ojos, como si se los hubiesen quemado con ácido. No se le podía decir nada ni oír una palabra de sus labios, sino sólo mirarla, y la visión de aquel desecho era demasiado para soportarlo durante mucho tiempo”.
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